Arrestados dos curas chinos por dar una entrevista a una revista italianaEl viernes 28 de octubre la revista italiana “L’Espresso” publicó un artículo de Angela Camuso que incluía entrevistas a varios sacerdotes católicos de la iglesia clandestina china. Ese mismo día, dos de ellos fueron detenidos.
No está claro si ambos acontecimientos están relacionados ya que Pekín aún no ha aclarado los motivos del arresto.
La periodista que realizó la entrevista aseguraba en el artículo que los sacerdotes “pueden ser detenidos sólo por haber hablado con nosotros”. Y se cumplió la profecía.
Los dos sacerdotes constituían la cabeza de la diócesis de Wenzhou, en la provincia del Zhejiang, ya que el obispo de la diócesis fue arrestado en septiembre de 1999, y desde entonces vive bajo arresto domiciliario. La agencia católica Asianews confirmó que los detenidos son el Padre Shao Zhumin, vicario general de la diócesis, y de su número dos, el sacerdote Paul Jiang Sunian.
Pocos minutos antes de la detención habían celebrado la Misa de clausura del año de la Eucaristía. A las autoridades no les pasó desapercibido que de los 1.500 habitantes del pueblo, nada menos que 600 acudieron a la ceremonia y probablemente decidieron tomar medidas tajantes.
El padre Jiang ya sabe qué es una detención. En 1999 fue arrestado por publicar de modo ilegal 120 mil folletos con himnos religiosos.
Actualmente 19 de los 46 obispos “católicos romanos” chinos –o sea, “al servicio de una potencia extranjera”, según los oficiales de Pekín- están en prisión o bajo arresto domiciliario. En cuanto a los sacerdotes, L’Espresso asegura que al menos 24 están en la cárcel o condenados a trabajos forzados por razón de su fe.
Los testimonios recogidos por Angela Camuso son estremecedores. Uno de ellos reconoce que el gobierno ha conseguido provocar una “guerra” al interno de la Iglesia en China. Las promesas a los sacerdotes detenidos de un futuro “en libertad” e incluso de dinero a cambio de la adhesión a la Iglesia patriótica china, gestionada por el Partido comunista, han surtido efecto.
Nacen así las comunidades fieles a Pekín y las que son fieles a Roma. Al menos, así era teóricamente porque durante el último sínodo, el obispo de Hong Kong, Zen Ze-kiun reveló que sólo 10 de los 74 obispos “oficiales” no han recibido la autorización del Vaticano.
Fue la primera vez que en el Vaticano se decía en voz alta lo evidente. “La Iglesia en China está aparentemente dividida en dos”, reveló Zen Ze-kiun. “La Iglesia patriótica, reconocida por el gobierno, y la clandestina que se niega a ser independiente de Roma. Pero en realidad es una sola Iglesia, porque todos quieren estar unidos al Papa”.
En paralelo, fuentes vaticanas reconocieron la existencia de un acuerdo tácito entre China y la Santa Sede para el nombramiento conjunto de obispos. Y por si fuera poco, el secretario de Estado Vaticano, Angelo Sodano se declaró dispuesto a trasladar la representación diplomática de Taiwan a Pekín.
China, por su parte, dio un paso hacia Roma al pedir a la congregación de la Madre Teresa que abran una casa en Qingdao. La superiora de la orden, Sor Nirmala, visitó Pekín en verano, pero aún no ha recibido todos los permisos del dragón rojo.
En definitiva, un tira y afloja que no ha conseguido ni siquiera detener el flujo de detenciones a sacerdotes y laicos acusados de “dejarse influir por potencias extranjeras”.