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domingo, mayo 07, 2006

VATICANO. CHINA. Bernardo Cervellera“Los sacerdotes chinos han sufrido presiones psicológicas y amenazas enormes para ordenarse obispos”


Bernardo Cervellera, máximo experto sobre la situación de la Iglesia católica en China

El domingo pasado un nuevo obispo fue ordenado en China, el tercero en una semana. Pero, según la agencia Asianews, esta vez contaba con el beneplácito de Roma.
Es quizá la señal de que tras la tormenta de las ordenaciones “no autorizadas”, las aguas vuelven a su cauce.
Un observador privilegiado de la realidad de la Iglesia católica en China es el sacerdote Bernardo Cervellera, misionero, periodista y director de la agencia Asia News, la primera agencia que dio la noticia de las ordenaciones de obispos en China sin la autorización de Roma.

¿Por qué la Asociación Patriótica está interesada en que haya ordenaciones de obispos sin el permiso de Roma?
Para alejar el “espectro” de las conversaciones entre China y el Vaticano. Si entablan relaciones diplomáticas, ni China querría tener una “asociación patriótica” que controle el interno de la vida de la Iglesia; ni el Vaticano o la Iglesia en China, aceptaría una organización no eclesiástica que controle la Iglesia.
¿Qué es exactamente la Asociación patriótica?
Una organización dependiente del Partido Comunista Chino que, sin ser una organización eclesiástica, controla la vida, muerte y milagros de la Iglesia: vocaciones, finanzas, vida de los obispos y las comunidades, apertura o cierre de iglesias... todo.
¿Pueden nombrar obispos?
No tienen “per se” el poder de nombrar obispos, pero en su estatuto se reconocen el derecho a tener la última palabra y, naturalmente, su opinión es mucho más importante que la de cualquier otro obispo y, por lo que parece, que la del Vaticano.El Vaticano les ha acusado de presiones a sacerdotes para que se ordenen obispos sin mandato del Vaticano. Nosotros, como Asia News, disponemos de testimonios llegados desde China que confirman que ha habido presiones muy fuertes, también psicológicas y amenazas enormes, para obligar a los candidatos y a los obispos que les han ordenado a participar en la ceremonia. Presiones en concreto del vicepresidente de la asociación patriótica, Antonio Liu Bainian.
¿Pero no había una Iglesia católica clandestina y otra oficial en China?
Durante el pontificado de Juan Pablo II los obispos de la llamada “Iglesia patriótica” pidieron perdón por su situación y volvieron a la comunión con el Vaticano. Por eso, la Iglesia es sólo una, que cuenta con dos ramas: la Iglesia oficial y la clandestina. Pero son parte de la misma Iglesia, la Iglesia católica.
¿Los de la Iglesia oficial aceptan la obediencia al Papa?
Hay algunos obispos, pocos, que no han aceptado todavía la comunión con el Papa, junto a estos que se acaban de ordenar que podrían ya estar excomulgados.
¿Qué les distingue entonces?
Les distingue la diferencia que hace el gobierno entre Iglesia oficial, que es la que el gobierno reconoce y que está registrada en la Oficina de Asuntos religiosos, tanto como actividad, su personal o sus sedes; y luego la Iglesia no oficial o clandestina que actúa fuera del control del gobierno y por lo tanto es más libre de evangelizar. Les une la comunión con el Papa.
¿Por qué es un problema para el Vaticano la ordenación de obispos en China?
Que haya sacerdotes que se arrogan el derecho de convertirse en obispos es algo muy extraño desde el punto de vista teológico, por eso crea tensiones y dificultades. Para el Vaticano supone abrir de nuevo la herida de un posible cisma, una división, sea con el Papa, sea en el seno de la Iglesia en China. Es un problema para el Vaticano, pero también es un problema para China.
¿Por qué?
Porque provoca que los católicos rechacen con mayor contundencia la Asociación patriótica y se creen nuevas tensiones en una sociedad, que ya tiene tantas y que lo que necesita son oportunidades de reconciliación.
¿Continuarán ordenando obispos sin el permiso del Vaticano?
La Asociación Patriótica ha amenazado con al menos otros 20 obispos. Esperemos que no porque provocaría verdaderamente un gran dolor tanto en la Iglesia oficial como en la subterránea, -aparte que, naturalmente, al Papa. Pero, sobre todo, haría más difícil la construcción de relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano.





 

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