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martes, junio 06, 2006

VATICANO. PAPA. La revolución de Ratzinger


Se impone el estilo Ratzinger: que no se presente la Iglesia como un conjunto de prohibiciones

El Papa ha afrontado varios tabúes en una conferencia sobre la visión de la Iglesia acerca del amor, la ciencia y la verdad. Pidió a los católicos que ofrezcan al mundo una fe razonada, que la enseñanza de la religión católica no se reduzca a exponer preceptos sino que se presente “como un gran sí al amor y a la vida”. Lo llamó “pastoral de la inteligencia”.


No se trataba de una sesión de “estrategias” sobre el modo de dar catequesis, sino de una invitación a cambiar la visión de la doctrina católica.


“La Iglesia no se opone al amor humano”, dijo Ratzinger. Aseguró que sólo en el matrimonio cristiano reside la verdadera felicidad y pidió que se “libere” a los jóvenes y adolescentes “del prejuicio difundido de que el Cristianismo, con sus mandamientos y prohibiciones, pone demasiados obstáculos a la alegría del amor e impide gustar plenamente aquella felicidad que el hombre y la mujer encuentran en su amor recíproco”.


Benedicto XVI lo dijo durante la inauguración del congreso eclesial de Roma sobre la transmisión de la Fe a los jóvenes, una tarea que definió“más urgente que nunca”.
Asisten cuatro mil delegados procedentes de las parroquias de la diócesis de la que es obispo. Es la segunda vez que el Papa inaugura este evento. El año pasado lo hizo hablando de la familia.


El Papa, que más adelante reclamaría una “pastoral de la inteligencia” que no se limite a exponer la doctrina de la Iglesia, también “razonó” su alegato a favor del matrimonio cristiano: “El amor humano necesita ser purificado, madurar e ir más allá de sí mismo, para poder ser plenamente humano, para ser principio de una alegría verdadera y duradera, para responder a aquella exigencia de eternidad que lleva dentro de sí y a la que no puede renunciar sin traicionarse. Este es el motivo sustancial por el que el amor entre el hombre y la mujer se realiza plenamente solo en el matrimonio”.


Segundo tabú roto: la Iglesia no teme el progreso científico. Dijo que el progreso “se presenta a menudo como contrapuesto a la fe, provocando confusión y haciendo más difícil la acogida de la verdad cristiana”. Y señaló que “el diálogo entre fe y razón, si se lleva a cabo con sinceridad y rigor, ofrece la posibilidad de percibir, de manera más eficaz y convincente, el carácter racional de la fe en Dios y mostrar que en Jesucristo se cumple toda aspiración humana auténtica”.


“Los diez mandamientos no son una serie de “no”, sino un gran “sí” al amor y a la vida”, recalcó el Papa.


El Papa pidió a los sacerdotes hacer lo posible para que los jóvenes vean la Iglesia “como una compañía de amigos de la que se pueden fiar realmente, cercana en todos los momentos y circunstancias de la vida, que no nos abandonará nunca, ni siquiera en la hora de la muerte, porque lleva consigo la promesa de la eternidad”.


Una amistad que no se basa en eventuales cualidades de los catequistas sino en el “fiarse de una persona: no de una persona cualquiera, sino de Jesucristo, que llena nuestro corazón de alegría, impulsa nuestra inteligencia hacia horizontes inexplorados, ofrece a nuestra libertad su punto de referencia decisivo, librándola de las angustias del egoísmo y haciéndola capaz de amor auténtico”.

 

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