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miércoles, enero 25, 2006

VATICANO. PAPA. Deus Caritas est


Todo sobre la encíclica

Del Papa teólogo se esperaba una encíclica mucho más dogmática y litúrgica. Sin embargo, Benedicto XVI ha sorprendido al mundo hablando de la experiencia más universal, el amor.

En busca de una definición de la palabra amor, la encíclica comienza con una reflexión sobre el amor hombre mujer, “arquetipo del amor”. Cita a Nietzsche, que pensaba que “la Iglesia, con sus preceptos y prohibiciones, convierte en amargo lo más hermoso de la vida”, el “eros” griego o impulso erótico

El Papa asegura que la Iglesia da la verdadera dimensión al amor humano. “El Antiguo Testamento no rechazó el eros en cuanto tal sino que declaró la guerra a su desviación destructora, que priva al hombre de su dignidad ”, aclara el Papa. “El eros necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante sino la felicidad a la que tiende nuestro ser”.

“Actualmente el eros degradado a puro sexo transforma al hombre en mercancía que se vende y se compra”, continúa. Al eros, el Papa opone el "agapé", “ocuparse del otro y preocuparse por el otro”.

Más que huir del eros, el Papa aconseja que vaya de la mano del ágape, en equilibrio. “El hombre no puede dar únicamente y siempre, también debe recibir”, asegura. Eros y ágape se convierten así en “dos dimensiones de una misma realidad”. “El eros orienta al hombre hacia el matrimonio, vínculo de carácter único, exclusivo y definitivo”.

Según el Papa, es imagen del amor de Dios a los hombres. “¿Cómo se puede amar a Dios, si no se le ve?”, se pregunta. En su respuesta dice que a través al Evangelio, a la Iglesia y el amor al prójimo.

La segunda parte de la encíclica se titula “el ejercicio de la caridad por parte de la Iglesia”. Ya el Papa adelantó el lunes que para la Iglesia es un deber, no una forma de asistencia social que puede hacer cualquiera. “La caridad es tan importante para la Iglesia como los sacramentos o la predicación”, escribe.

El Papa evidencia la “muerte del sueño marxista” que entendía las “obras de caridad como un modo para que los ricos eludan la instauración de la justicia” y predicaba que “con la revolución y la colectivización de los medios de producción todo iría repentinamente mejor”.

¿Cómo debe ser entonces la relación entre el compromiso por la justicia y el servicio de la caridad? El Papa toma pie para analizar las relaciones Iglesia Estado, “dos esferas distintas en relación recíproca”.

“La doctrina social católica argumenta desde la razón y el derecho natural”, explica. “No pretende otorgar a la Iglesia un poder sobre el Estado ni imponer a los que no comparten la fe sus propias perspectivas”, continúa. “Desea contribuir a la purificación de la razón y ayudar a que se reconozca lo que es justo aquí y ahora, y se ponga en práctica”.

El Papa confirma el principio de que la Iglesia no puede entrar en política ni sustituir al Estado. “No es tarea de la Iglesia hacer valer políticamente esa doctrina”, aclara. “El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los laicos”, apunta.

Pero tampoco el Estado debe “regular y dominar todo, sino reconocer y apoyar según el principio de subsidiariedad las iniciativas de las diferentes fuerzas sociales de cercanía a quienes necesitan ayuda”. Benedicto XVI continúa el apelo de Juan Pablo II al resto de confesiones religiosas de trabajar unidas en obras de cooperación social.

El Papa, además, agradece su labor a quienes trabajan como voluntarios o a tiempo completo en obras sociales, pero les pide”profesionalidad” y aporta una dosis de realismo ante todo desaliento: “a un mundo mejor se contribuye solamente haciendo el bien ahora, en primera persona, con pasión y donde sea posible”.

Pide que trabajen “gratuitamente”, sin buscar conversiones religiosas “a cambio”, y sin “inspirarse en los esquemas que pretenden mejorar el mundo siguiendo una ideología”.




 

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