VATICANO. CHINA. ¿Un amor imposible?
La gran muralla pasa olímpicamente.
No sólo el Vaticano, también Estados Unidos y la Unión Europea esperan que las olimpiadas de Pekín traigan cambios reales en materia de derechos humanos en China.
El acercamiento al Vaticano parecía definitivo tras el funeral de Juan Pablo II, al que no enviaron representación oficial porque Taiwán se les adelantó en nombrar su delegación.
Los contactos informales de la Comunidad de San Egidio y las declaraciones del Secretario de Estado Angelo Sodano sobre la disposición de la Santa Sede a cerrar la nunciatura en Taiwán parecían abrir definitivamente el camino. Pero Pekín continúa con su política de ping pong.
En noviembre detuvo a dos sacerdotes católicos por dar una entrevista a una revista italiana, y más recientemente, a otros 6 de la diócesis de Zhengding. De ambos episodios el Vaticano ha dicho que son “motivo de grave preocupación”.
Ping pong, porque a la vez, Pekín se ha ofrecido a pagar todos los gastos médicos de las 16 religiosas apaleadas por unos matones a finales de noviembre. Las religiosas hicieron una “sentada” para evitar la demolición de un edificio que el Estado les expropió en el 52 y que debía haberles devuelto pero ha vendido a una multinacional.
Quizá es sólo que China no tiene tanta prisa de que lleguen las olimpiadas.
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