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jueves, julio 28, 2005

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Cien días de Benedicto XVI ¿padre o inquisidor?
El cardenal Kasper pecó de imprudencia cuando a la salida del cónclave dijo que “Ratzinger no tiene casi ninguno de los defectos que se le atribuyen”. “¿Casi ninguno?, ¿cuál sí tiene?”, preguntó la periodista. “Tenemos que darle cien días”, aconsejó sonriendo sin darse cuenta de que la elección de un Papa es irreversible.
Para la prensa vaticanista, Kasper y Ratzinger son dos figuras “opuestas”. Es cierto, pero no en sentido peyorativo. “Ratzinger era el brazo derecho de Juan Pablo II como guardián de la pureza de la doctrina; y Kasper el izquierdo, como encargado del diálogo con las confesiones cristianas no católicas”, explica el Espresso.
Pasados los cien días, el teóricamente cardenal “rival” Walter Kasper ha sido reafirmado en su cargo de afrontar el diálogo con las iglesias separadas. Es sólo uno de los clichés rotos por el Papa Ratzinger.
Cien días de pontificado en los que se ha visto más “Benedicto XVI” que “Ratzinger”, más a un padre que a un inquisidor.
Del estilo académico de “Ratzinger”, conserva la claridad y esencialidad en su discurso. Una claridad que llena la plaza de San Pedro, y una esencialidad que se confunde con timidez: Benedicto intenta pasar desapercibido porque “quiere que los fieles miren lo esencial, que no es su persona sino Jesucristo”, citaba un eclesiástico.
Ocurrió en el viaje exprés a Bari para clausurar el Congreso eucarístico. El Papa estuvo el tiempo mínimo para no distraer del objetivo del encuentro: la adoración de la Eucaristía. Pero, como “Papa”, pidió que el helicóptero se desviara unos kilómetros para saludar desde el aire a los paisanos del piloto, concentrados en la plaza mayor del pueblo para saludarlo.
Como Ratzinger, Benedicto XVI mira la verdad sin miedo. La suya es una guerra contra el relativismo, tema de sus últimos libros, y sin duda también presente de alguna forma en su primera futura encíclica. Acusado de “cardenal autoritario” por la prensa laicista, definió el Papado como “compromiso al servicio de la obediencia a la fe. El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Su ministerio es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. Él no debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse y vincular a la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios”, sintetizaba.
Cambió la tiara del escudo papal por la mitra, e incluyó el palio. Ambos, símbolos del servicio a los fieles.
Su fama de “estricto cumplidor de la norma” choca con la dispensa de los cinco años que exigía la norma canónica para iniciar el proceso de beatificación de Juan Pablo II. Pero, como “Ratzinger”, para subrayar el carácter dogmático, papal, de las canonizaciones, para las que hace falta un consistorio de cardenales, decidió que no presidiría ninguna beatificación.
Como Padre, se detiene en las audiencias generales más tiempo con los enfermos que con los monseñores que acuden a saludarlo.
Estricto con los obispos, que por ley no deben estar más de un mes fuera de sus diócesis, ha reducido la duración del Sínodo de obispos de 4 a 3 semanas, para que ninguno se distraiga de sus principales funciones.
El Papa teólogo no quiere obstaculizar la unidad de los cristianos. Desde el principio dio pasos claros: la antigua Misa de Coronación, que con Juan Pablo I se convirtió en “de inicio de Pontificado” ha pasado a ser con Benedicto “de inicio del ministerio Petrino del obispo de Roma”. No era sólo un modo de contentar a todos sino una apertura en toda regla al mundo ortodoxo.
Como Benedicto XVI, Papa de paz, aceptó inmediatamente la invitación a visitar la sinagoga de la comunidad hebrea de Colonia, la más antigua del norte de Europa. Cuando la agenda del Papa estaba repleta, llegó la invitación de los musulmanes de visitar también la mezquita de esta ciudad. No podrá ser esta vez, pero el Papa les recibirá en el palacio arzobispal.
Ha corregido a la Secretaría de Estado, que calificaba de “anticristianos” los atentados de Londres y Egipto. El Papa se niega a hablar de guerra de civilizaciones, “El Islam tiene elementos que pueden hacer que la paz prevalezca. Tenemos que insistir en ellos”, aseguró recientemente.
Benedicto XVI tiene 78 años. La misma edad que Juan Pablo II en el año 1998, cuando en su viaje a Cuba necesitaba hacer pausas en las homilías para poder seguir hablando. El Papa tiene aspecto saludable, pero energías limitadas. De ahí que haya decidido hacer pocos viajes pero muy significativos.
Quiere viajar a Turquía a finales de noviembre para devolver la visita al Patriarca Bartolomé, pero no ha llegado todavía la invitación del gobierno turco. Más adelante, vendrá Jerusalén, y él sueña con Moscú, Pekín.
¿Será que con Benedicto XVI está desapareciendo Joseph Ratzinger? ¿O será que no conocíamos a Ratzinger? Quizá el cardenal Kasper lo sepa.

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