En busca de respuestas al atentado del Papa
¿Pero quién intentó matar al Papa?
Desde la publicación de “Memoria e Identidad”, con los recuerdos del Papa Wojtyla del atentado del 13 de mayo de 1981, la prensa italiana ha iniciado una campaña para que se resuelva definitivamente quién dio las órdenes a Alí Agcá.
“El atentado no fue iniciativa de Alí Agcá, fue idea de algún otro”, escribe Juan Pablo II en su último libro. Palabras que han provocado que el gobierno de Bulgaria ofrezca su colaboración a las autoridades italianas para esclarecer los hechos.
Esta misma semana “Il Giornale” ha entrevistado A Ilario Martella, el juez instructor que investigó si Alí Agcá tenía cómplices o actuó por propia iniciativa.
Martella está seguro de que aquella tarde en la plaza de San Pedro dispararon dos pistolas en lugar de una. El juez aseguraba que durante los interrogatorios recibió amenazas y mostraba su sorpresa por que Agcá no apeló cuando lo condenaron por el atentado: sin duda alguien estaba interesado en que ahí terminara todo.
Durante el verano de 1982, Reader Digest publicó los movimientos de Agcá antes del atentado: de Turquía a Italia, pasando por Bulgaria. Alí Agcá aportó en los interrogatorios los nombres de tres ciudadanos búlgaros. El 25 de noviembre de 1982 se detiene en Roma a Sergei Antonov, teóricamente funcionario de la aerolínea Balkan Air, y a otros dos ciudadanos búlgaros.
En un primer momento, Sofía alimenta la sospecha de que Antonov es un agente y propone un intercambio entre el supuestos espía y un italiano detenido en Bulgaria. Más tarde, Bulgaria cambia de estrategia: reivindica la inocencia de sus ciudadanos y denuncia una campaña difamatoria antisocialista por parte de Occidente.
Ayer el periódico italiano Avvenire dio un nuevo giro de tuerca y publicó una entrevista con Günther Bohnsack, ex-coronel de la Stasi, los servicios secretos de la Alemania del Este. Bohnsack asegura que Bulgaria solicitó tras el atentado, antes de que la pista búlgara llegara a la magistratura italiana, una operación “de desinformación” para esconder la relación entre Antonov y Agcá. Era la operación “Papa”.
Según Bohnsack, “al principio el objetivo era demostrar que Agcá estaba dirigido por otras fuerzas. Así nació la idea de sacar a la luz la organización de extrema derecha los Lobos Grises. Se trataba de estabilizar la pista que conectaba a Agcá y los Lobos Grises”.
“Para conseguirlo enviamos cartas al gobierno de Alemania Occidental, al ministerio de justicia italiano y a medios de comunicación occidentales en las que pedíamos que Agcá fuera liberado”, explica el ex-coronel. Siempre llevaban la firma de los Lobos Grises. No pretendíamos liberarlo sino consolidar la convicción de que Agcá pertenecía a este grupo”.
Tras la detención de Antonov, los búlgaros cambiaron las órdenes. “Nos preguntábamos por qué paso a ser prioritario liberar a este señor, de quien hasta entonces no sabíamos nada”, asegura Bohnsack.
El ex-coronel de la Stasi explica que la razón que daban los búlgaros era que el supuesto espía “estaba en un psíquico crítico y no se podía permitir que se derrumbase”. “Cuanto antes salga, mejor para todos”, nos respondían”, recuerda Bohnsack.
En las conversaciones entre las dos agencias los búlgaros se referían a Antonov como “nuestro hombre”. Para liberarlo, Bohnsack explica que la Stasi “formó grupos de presión en Occidente o utilizó grupos ya existentes, a veces sin que se enteraran. Les proporcionaban medios técnicos, financieros e información”.
En 1986, Alí Agcá retira su declaración y los tres búlgaros son puestos en libertad tras cuatro años en prisión preventiva por falta de pruebas.
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