Rocco Buttiglione: “Bush y Kerry tampoco habrían sido aceptados por el Parlamento Europeo”
Más filósofo que ministro, le gusta que se dirijan a él con el apelativo de “profesor”, en lugar del pomposo “onorevole” que le corresponde en razón del cargo. Y como un profesor, lo explica todo llegando hasta las últimas causas.
El sábado hizo pública su renuncia a cualquier cargo en la Comisión Europea y ya ha retomado en Roma su trabajo de ministro para las Políticas Comunitarias. Después de todo lo que ha llovido rechaza la tentación del euroescepticismo. “Quien huye está creando las condiciones de la propia derrota”, asegura. Nos recibe en su despacho. Sobre la mesa, una pequeña cruz de metacrilato. Al lado, un caballero medieval. Casi parece un Don Quijote al que le ha dejado incluso Sancho.
¿Por qué le han golpeado a usted?
Quizá porque parecería un adversario más fácil, más emblemático. Como decían los terroristas de las Brigadas Rojas “golpea uno para educar a cien”, donde educar significa atemorizar.
¿Cómo se siente? Después de la tormenta casi le veo contento…
Contento, quizá sería exagerado. Yo quería ser el comisario europeo, creo que estoy preparado para serlo y pienso que he sufrido una injusticia. Sí estoy contento de haber dado testimonio. Si se tiene fe, se debe estar preparado para sufrir por ella.
Tampoco es para tanto. Unos han dado la cabeza, yo sólo he dado un sillón. Pero debemos estar atentos a que no entre en el Parlamento un principio de discriminación.
¿Qué se quiere discriminar?
Hay en el aire un sentimiento anticristiano. No digo que sea mayoritario en el Parlamento europeo, ni siquiera entre quienes han votado contra mí, ya que ha habido una campaña de falsedad de la que ellos han sido víctima. Pero esta campaña la ha conducido alguien. Alguien que quiere una campaña en Europa para marginar a los cristianos. ¿Sólo a los cristianos? No, a los hombres de conciencia.
¿Quién está detrás de esta campaña?
Basta leer los periódicos. Desde julio en adelante alguno había prometido hacer una campaña así y en efecto la ha hecho. Ha conseguido engañar al Parlamento Europeo.
¿Una campaña contra los católicos o contra el gobierno Berlusconi?
Ambas. Dos campañas diferentes que se han unido. No se puede decir que Europa sea anticristiana. Más bien que fuerzas anticristianas han tenido éxito. Yo pido que en la próxima partida se respeten las reglas y que los que aman la libertad no consientan nuevas discriminaciones.
¿Y usted por qué ha dimitido?
Llevar a la ruina la comisión Barroso sería hacer una injusticia a Europa, que necesita pronto una comisión fuerte para conducir el proceso de ratífica de la Constitución y para aplicarla.
¿No era más fácil un cambio de cartera?
No lo sé. En una primera fase quizá hubiera sido posible y oportuno. Más tarde, ya no. Debo decir que a partir del 7 de octubre mi preocupación era mantenerme firme en el testimonio que había dado. La mía se convertía una posición no política sino moral. Desde el 7 de octubre estaba preparado a dar la dimisión, a aceptar cualquier solución que hubiera sido útil políticamente. Mi problema era no ceder respecto a una posición moral.
¿Usted ha sido discriminado por su religión?
El problema es otro. ¿He sido discriminado por una voluntad sistemática de discriminar a cristianos? ¿He sido discriminado porque quien quería discriminar ha conseguido engañar y obtener el voto de quienes no quieren discriminar? Esto se tiene que ver.
En el Parlamento hay muchas personas de conciencia. Yo confío en su reacción. El PP Europeo ha estado muy firme. Es un referente en la batalla por la defensa de los derechos y las libertades. Seguramente en este momento, el más macizo y evidente, pero sin excluir a otros.
¿Qué es lo que más le ha dolido?
Que se hayan propuesto herirme con el tema de los derechos humanos. Es un tema hacia el que estoy profundamente vinculado, no sólo yo, sino mi cultura, mi fe, mi Iglesia, mi historia.
Si pudiera repetir el examen del parlamento, ¿cambiaría algo?
Mire, ¿qué he dicho yo al Parlamento Europeo? No he dicho que la homosexualidad es un pecado, no he introducido el tema del pecado en una audición política, porque en política no se habla de pecado. Yo he dicho: “I may think, puede darse que yo piense que la homosexualidad sea un pecado, pero esto no tendría ningún impacto político hasta que yo no diga que es un delito. Pero no lo digo, porque si todos los pecadores fueran a la cárcel, ninguno de nosotros estaría libre”. Creo que mi respuesta era la única que podía dar sin traicionar mi fe.
¿No hubiera sido más útil que no dijera lo que piensa?
Hay un límite en el que uno se pone la pregunta ¿creo de verdad en mi fe?, ¿estoy dispuesto a sufrir por ella?, ¿o pretendo mentir para tener un sillón? Es bueno que el político tenga conciencia. Pienso que debe hacer de todo para no caer víctima de su conciencia. Yo he hecho todo lo que podía, no he buscado lo que ha sucedido, Pero me han puesto en una situación en la que no podía hacer otra cosa.
¿Cuál ha sido su error?
Hablar con los periodistas, sobre todo con los deshonestos. Cuando haces un discurso público y te ponen en boca palabras falsas, no te puedes defender.
¿A qué se refiere?
Yo hablaba en un discurso de Europa y Estados Unidos. Y así como Robert Kagan ha dicho que Europa es hija de Venus –ama la cultura y no la fuerza militar- y América hija de Marte -más dispuesta a usar la fuerza-, dije: “no es bueno que Venus se quede sola con sus hijos. Que se case con Marte porque la paz en el mundo precisa de una colaboración entre ambos, una política que sepa usar la fuerza militar y la fuerza de la cultura”..
¿Se puede imaginar mi sorpresa cuando leo “Buttiglione ataca las madres solteras”? Me parece una prueba de deshonestidad o de estupidez de tal nivel...
¿Es legítimo un parlamento que expulsa a su comisario por motivos religiosos?
No vayamos tan lejos. No quiero hacerme el mártir. Un acto de injusticia, por grave que sea, no deslegitima un completo ordenamiento. La historia de la magistratura está llena de errores y no es que un error deslegitima la magistratura de un país. Un acto de discriminación, aunque grave, no deslegitima un parlamento, a condición de que sea uno. Y para eso hace falta una reacción fuerte, un movimiento de defensa de los derechos del hombre, también del derecho a la libertad religiosa y del derecho de los políticos a tener una conciencia.
¿Cómo valora las elecciones americanas, un país bastante religioso?
En la política americana los asuntos éticos cobran cada vez mayor relevancia en el debate político. Muchas de las cosas que ha dicho Bush le habrían valido la derrota frente al Parlamento Europeo. Pero la mayoría de los americanos lo han votado. Ojo, porque tampoco la visión ética de Kerry habría sido bienvenida en Bruselas. Kerry estaba contra el matrimonio gay. Quizá en el Parlamento Europeo alguno le habría dicho que no encajaba para el trabajo.
En el Parlamento Europeo hay otros políticos católicos que no tienen estos problemas... ¿Cómo lo consiguen?
No lo sé. Habría que preguntárselo a ellos. Yo no he ido por allí ostentando mis creencias, pero tampoco negándolas. Creo que un político católico, a una pregunta como aquella, difícilmente podría dar otra respuesta.
¿Cuál sería su política respecto a la homosexualidad?
Alguno me ha dicho con claridad. “Hemos entendido que usted está a favor de la no-discriminación. Pero no nos basta, queremos la proactive action, la promoción de la homosexualidad por parte de la Unión Europea”.
Yo esto no podía concederlo. No sólo porque choca con mis convicciones sino porque no corresponde a los poderes de la Unión.
¿Y entonces, por qué tanto revuelo?
Los Estados miembros tienen competencia exclusiva sobre el matrimonio. A mi modo de ver debería continuar así. A no ser que alguno haya querido eliminarme porque espera hacer pasar a través de la Comisión y del Parlamento europeo una usurpación a costa de los derechos de los Estados. Alguien que piense imponer a través del Parlamento europeo una legislación a favor de la homosexualidad que caiga sobre la cabeza de los Parlamentos nacionales, cosa que sería una herida a la estructura de la Constitución Europea que acabamos de firmar.
¿Qué dijo usted sobre el matrimonio que enfadó tanto?
Si debiera dar una prioridad para la Unión Europea, yo diría que la prioridad es una política a favor de la familia. Hice la etimología de la palabra matrimonio, una de las posibles. Viene de “manus-matris”, la esfera que se construye en torno a la madre para protegerle.
Me han atribuido que quiero que las mujeres no trabajen y estén en casa. Sin embargo ya expliqué que pienso que las mujeres tienen derecho a desarrollar sus talentos profesionales y a la vez a ser madres. Y que para que esto sea posible hace falta una política porque hoy la sociedad tiende a obligar a las mujeres a elegir entre una cosa y otra.
¿Se convertirá en un euroescéptico?
No. Muchos dicen: “Ah, si esto es Europa, nosotros no queremos estar”. Lo decían mis amigos polacos. Yo digo, os equivocáis porque Polonia no es mejor que Europa. Esta lucha por los valores es una lucha que se combate inseparablemente al nivel nacional y europeo. Quien huya de esta lucha pensando que puede defenderse mejor en el ámbito de su propia nación, crea las condiciones para la derrota.
Tenemos que estar presentes en Europa, debemos dar a Europa la señal de esta presencia, de estos valores, que por ser cristianos piden el respeto a la libertad de todos a nuestra propia libertad.
¿Qué nos estamos jugando con el caso Buttiglione?
Es una cuestión de libertad. La democracia vive del amor a las reglas: prefiero perder según las reglas antes que ganar haciendo trampa. Si pasa la idea de que “como tengo la visión sobre la homosexualidad opuesta a la de Buttiglione, esto me da el derecho de pisotear su conciencia y de violar las reglas”, entonces la democracia se arriesga a disolverse. Ahora, el apelo no es sólo a los cristianos sino a los liberales, entendiendo por tales, los hombres que aman las reglas más que la victoria, porque saben que si no se respetan las reglas, la sociedad se hunde.
Europa necesita reglas que permitan la convivencia entre personas con convicciones morales muy diversas.
Ahora los hombres de conciencia, como usted dice, tendrán un poco de miedo...
Espero que no. Espero que esto les dé a ellos más coraje. La democracia necesita valores y la política no es capaz de producirlos. Los produce la religión, la filosofía, la poesía... La cultura. Este es el experimento democrático: necesitamos valores que no podemos producir y por tanto reconocemos el papel distinto al de la política, y del que la política necesita, de las iglesias, de la cultura, de formar al hombre según los valores.
En Europa hemos tenido una tradición Jacobina que nos hace pensar que el Estado produce valores, y que no necesita de una cultura separada para producirlos. Por eso mira con desconfianza los valores que no han sido consagrados por él.
Es el recorrido del que han nacido los totalitarismos. Espero que Europa no quiera retomarlo.
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